Un historiador rescata una de las versiones del origen de esta “especie de lobo/oso”, vinculada a la cultura circense, y ofrece un pintoresco relato sobre este emblemático personaje.
“Desde tiempos inmemoriales, la ciudad de Colón ha sido el escenario elegido para visitar por parte de empresas de circo”, dice el Prof. Alejandro González Pavón en una publicación realizada en redes sociales.
La marucha: un emblema de la tradición colonense en tiempos de "corsos"
Quienes hemos tenido la fortuna de nacer en la ciudad de Colón (o en zonas aledañas), no nos será raro leer en nombre de MARUCHA. Una especie de lobo/oso muy difícil de describir en detalles, pero que sin lugar a dudas viene acompañando a muchas generaciones de esta ciudad.Existen varias versiones creadas popularmente gracias al aporte de vecinos de todas las edades que han descripto su historia con distintos matices, que la vuelven aún más misteriosa.
Dentro de todas las versiones que circulan en la zona sobre su historia, nos quedamos con una que la describe de una manera detallada y con algunos datos concretos que nos permiten conocer un poco el ADN de este emblema cultural de los corsos colonenses.
Todo empieza en el contexto de los circos. Desde tiempos inmemoriales, la ciudad de Colón ha sido el escenario elegido para visitar por parte de empresas de circo. Han pasado innumerables veces por este núcleo urbano y cada una de ellas ha dejado parte de su historia en este lugar.
Durante muchos años, los circos se emplazaban en el terreno que hoy ocupa la Plaza Gral. Artigas, un espacio que está considerado como un descampado, más allá de que la población de entonces sabía que correspondía a una extensión de la Plaza Washington. Allí se localizaban cada vez que venían a la ciudad hasta aproximadamente la década de 1930/40. Posteriormente, fueron apareciendo otros escenarios naturales con mayores amplitudes y no tan céntricos (uno de los terrenos más usados para este fin fue la manzana frente a la actual terminal de ómnibus) y hoy el terreno sobre calle Cabo Pereyra, al oeste de la ciudad. Esto posibilitaba a que los circos puedan desarrollar su actividad con mayor comodidad, considerando que para esa época, el factor principal de atracción de los circos eran los animales domesticados. Considerando este último detalle – que no es menor - nos encontramos con un la presencia de un oso.
Muchos hoy lo llaman “EL OSO CAROLINA”, cuya actividad principal dentro de la planificación de los espectáculos era acompañar a su domesticador (domador) realizando ciertas piruetas y/o trucos, lo cual llamaba poderosamente la atención del público. Su carisma era bueno, cautivaba el asombro y la admiración de quienes veían el espectáculo en vivo. El OSO CAROLINA fue un espectáculo para los residentes de Buenos Aires en ese mismo contexto histórico. Primeramente, el hombre que lo personificaba cubría su cuerpo con cuero (natural) de vaca y al cual le agregaba otros elementos para que quede lo más real posible. Pero con el paso de los días, este cuero –al no estar bien curado/limpiado- comenzaba a descomponerse en su parte interna, lo cual ocasionaba un mal olor y era motivo a que “el traje” deba ser reemplazado. Con el paso del tiempo esta particularidad cambió, elaborando el atuendo con cuero curado, posibilitando incluso volver a usar el cuero al año siguiente.
Los circos desarrollaban sus funciones- la mayoría de las veces – en época de verano. Sin embargo, en el mismo tiempo se realizaban los famosos y conocidos “CARNAVALES”, una actividad de entretenimiento popular que llevaba a que las comisiones que lo organizaban motiven la participación del pueblo a través de distintos premios, eventos y demás. Es así que dan inicio en la ciudad un número reducido de murgas improvisadas, vestidas con atuendos épicos y confeccionados sus trajes de la manera más casera posible.
Con el paso del tiempo, acompañando los desfiles y baile de los cabezones y las murgas, se sumó LA MARUCHA. Primeramente la gente pensó que era una representación exagerada de un lobo (asociado esta imagen a la antigua leyenda del LOVIZÓN), un poco violento por su actitud y/o movimientos (es por eso que la mayoría de las veces aparece en público acompañada de su domador”), pero con el tiempo su imagen se fue perfeccionando. Ocupa actualmente bolsas de arpillera desflecada para asemejar los largos pelos que cubren el cuerpo de la MARUCHA como así también otros elementos que componen su estética, (gorros, luces en los ojos, dientes de diferentes tamaños, guantes, garras, y la infaltable “CANCAN” o media que porta en una de sus manos el domador que la lleva (no siempre) atada a él.
Es por eso que la técnica de confección y construcción de las MARUCHAS en algo que se fue transmitiendo de generación en generación y que hoy, gracias a las ventajas de los aparatos electrónicos, los más jóvenes pueden grabar a los más mayores explicando dicho proceso. Como así también las construyen con otros elementos, como ser papel, bolsas de otros tipos, entre otras técnicas.
En muchas familias de nuestra ciudad, el "hacer y vestir" de MARUCHA forma parte de una tradición /costumbre que se fue pasando de generación en generación y que aún se conserva, pero con rasgos que van cambiando año tras año.
Esta es una de las tantas versiones que existen al respecto, lo que no quita que haya otras con sus características y explicaciones.