Por Teresa Arijón para Lugares, La Nación
Una foto aérea de La Criolla muestra un prolijo ejido en forma de V, con casas anchas y bajas rodeadas de campos cultivados igualmente prolijos. Cuentan los que saben que el paraje recibió ese nombre por Flora, una hija de Justo José de Urquiza. El pueblo, que hoy tiene unos 2300 habitantes, fue declarado “capital nacional del arándano”, y es probable que Graciela Taylor haya aportado su granito de arena al respecto. Bajo el lema “Haga su propia cosecha”, la titular de la finca “El viejo roble” ofrece esta experiencia a solo 22 kilómetros de Concordia.
El roble protector
“Abrí las puertas de mi quinta porque quería que la gente aprendiera in situ cómo se cultiva y se cosecha la fruta que come”, dice entusiasmada. “La idea es mostrar por qué podemos producir, en esta zona, estos cultivos”. A Graciela le gusta compartir su tiempo y enseñar lo que sabe. “Ha de ser porque fui maestra de primaria y ciertas costumbres no se olvidan”, sonríe. Antes de la pandemia, a toda hora se veían ómnibus que trasladaban escolares y contingentes de turistas en la entrada de su establecimiento.
De nueces y abejas
“Las nueces pecán empiezan a abrirse cuando llega el otoño, y hay que esperar que se emparejen para poder cosecharlas y pelarlas. Hacia fines de abril ya están listas para comer”, dice Graciela cuando iniciamos la caminata al generoso amparo de los lapachos y su enjambre de flores rosadas. “Acá cultivamos todo lo que podemos cuidar bien. Y en noviembre brotan los hongos de pino, que son un regalo de la naturaleza”. Las plantas de boysenberry (una baya deliciosa que podría definirse, a grosso modo, como mitad zarzamora y mitad frambuesa) están en plena floración y las abejas no paran de libar. Vienen de las colmenas de Eduardo, mano derecha de Graciela, que es también apicultor. “A las abejitas también les encantan las flores del arándano, que son de un blanco medio opaco y tienen una especie de trompetilla”.En plena cosecha
Cuando entramos al “mundo de los arándanos”, los ojos se pierden en un entrevero verde moteado de pequeñas esferas de un azul oscurísimo, casi violáceo. Son cinco hectáreas de plantas perfectamente alineadas, un laberinto hospitalario diría Borges, y hoy es día de cosecha. “La mano de obra es fundamental y la valoramos como se debe”, acota Graciela.Una helada que casi cambia la historia
Hay limoneros en “El viejo roble” y también hileras de naranja Valencia, una de las más jugosas. “Estos naranjos tienen, como mínimo, 45 años. Estaban antes de que llegáramos nosotros. Y no sabés lo hermosos que eran los limoneros. Teníamos ocho hectáreas plantadas y exportábamos a Rusia. Pero la helada nos mató más de siete mil árboles. Fue un golpe tan duro que casi pensamos en abandonar... Pero seguimos”.El Viejo Roble. Paraje La Criolla. T: (0345) 625-5154 / 5224. Visita guiada de una hora y media, con reserva previa: $5.000 (hasta 6 personas).