Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Concordia tiene un Código de uso del suelo actualizado, pero carece de un plan de ciudad. Parecen lo mismo, pero, para los arquitectos especializados en urbanismo, son cosas muy distintas, aunque interconectadas.

En menos de una década, la capital del citrus fue testigo de dos pactos, pero, aun así, sigue sin tener ese plan integral, que, desde la óptica de los profesionales de la arquitectura, resulta imprescindible.

¿Por qué hace falta ese plan? ¿Por qué sería tan relevante que Concordia lo tuviera? ¿Se debatió este punto en el proceso de diálogo previo a la firma del Pacto de Julio? ¿El Colegio de Arquitectos firmó el 17 de agosto o prefirió, por el momento, abstenerse? ¿Ese plan urbano podría contribuir a resolver las crecientes tensiones relacionadas con la protección del borde costero en inmediaciones de San Carlos y el Naranjal de Pereda? ¿El proyecto de Defensa Central está consensuado o aún persisten muchas dudas?

El arquitecto Martín Cummaudo preside el Instituto de Estudios Territoriales (IET) del Colegio de Arquitectos Regional Noreste. Haciendo gala de una especial serenidad al exponer, evitando cualquier asomo de confrontación estéril, procuró responder a estos interrogantes, en diálogo con el programa Despertá Con Nosotros, por Oíd Mortales Radio.

Cummaudo comenzó por distinguir claramente el código de uso del suelo del plan de ciudad. “Nosotros planteamos la importancia de establecer un plan urbano, que debiera ser el director del Código de Ordenamiento Urbano. El plan es el que define qué características debería tener la norma que lo cuida y lleva adelante. Los objetivos de una ciudad no están en un código sino en un plan”, ejemplificó.

Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imágen

Arquitecto Martín Cummaudo, director del Instituto de Estudios Territoriales Agrandar imagen
Arquitecto Martín Cummaudo, director del Instituto de Estudios Territoriales
El titular del IET recordó que en ocasión del proceso participativo que posibilitó actualizar el Código, los arquitectos pidieron dos cosas. La primera, poner manos a la obra para gestar el plan integral de ciudad. Y la segunda: “que no hubiera tantas excepciones o tener las mínimas posibles al aplicar el Código, de manera tal que la norma se pueda verificar”.

“Entendemos que es urgente para la ciudad tener un plan. Para conformarlo hacen falta espacios institucionales que sean pertinentes, generar mesas de trabajo. Lleva toda una construcción. No estamos pidiendo que se haga un plan de un día para el otro sino que empecemos un proceso para elaborarlo”, explicó.

Cummaudo contó que la propuesta del plan urbano integral fue elevada al municipio en el proceso de diálogo previo a la firma del Pacto de Julio. Pero, no fue incluida en la redacción final, aunque en el punto 4 del documento se alude a un “plan de infraestructura”.
El carro y el caballo. Primero el plan urbano, después el de infraestructura
“Ese punto cuatro del pacto, como quedó redactado, creemos que pone el carro delante del caballo. Un plan de infraestructura debiera devenir de un plan urbano”, fundamentó. A modo de ejemplo, trajo a colación aquel concurso convocado varios años atrás para proyectar una nueva terminal de ómnibus, en lo que hoy es el Parque Central, en la ex Estación Norte, y que fuera ganado por el arquitecto Alberto Sbarra, un destacado profesional de La Plata. A posteriori, desde el propio municipio sugirieron que había que localizarla mucho más al norte, en terrenos cercanos al Aeropuerto Comodoro Pierrestegui.

“Al no tener un plan, pareciera que da lo mismo ubicar la Terminal en cualquier lado. Pero no da lo mismo. Porque planificar una infraestructura, un equipamiento urbano tan importante como un nodo de movimiento de personas y bienes, requiere de una mirada muy amplia. No da lo mismo para una ciudad con las características de Concordia, establecer un punto de movimiento de personas que vienen a la ciudad por una cuestión puntual un solo día y se retiran. No les puede quedar más lejos el desplazamiento desde la Terminal para hacer el trámite que el recorrido desde su propia casa. Pensemos, por ejemplo, en vecinos de Puerto Yeruá, Nueva Escocia, Colonia Ayuí, La Criolla, con los cuales Concordia tiene una relación casi metropolitana. Viajan yendo y viniendo en el día. Un vecino de Ayuí, con una Terminal cerca del Aeropuerto, la tendría en la puerta de su casa en vez de arrimarlo al centro de Concordia. Estas cuestiones, que se ponen en la letra de un plan, son las que nosotros entendemos que después definen y permiten con mucha solvencia tomar decisión sobre la infraestructura”, explicó.

“El Código hace al resguardo del suelo, de las normas de altura, zonifica la distribución de las inversiones industriales, turísticas, residenciales, etc. Todo eso está en el Código. En el que tenemos hoy hay muy buenas definiciones sobre cómo se debe trabajar en la zonas de reserva ambiental, de ribera, de bordes, todo lo que es el patrimonio paisajístico. Tiene una muy buena redacción. Lo que falta, para que podamos darle fortaleza, es hacer un plan, y eso fue lo que derivó en que nos pareciera que le faltó tiempo, desde la mirada de la arquitectura, a la posibilidad de que nosotros podamos rubricar el pacto. Pero, claramente con intenciones de seguir participando”, aclaró Cummaudo, al justificar por qué el Colegio de Arquitectos del Nordeste no firmó el 17 de Agosto el llamado “Pacto de Julio”.
La selva en galería, cada vez más afectada
El plan urbano que proponen los profesionales de la arquitectura sin dudas debería incluir definiciones ambientales ineludibles; entre ellas, qué hacer para proteger el borde costero en las inmediaciones de San Carlos y el Naranjal de Pereda y cómo responder ante los efectos de las inundaciones en los barrios aledaños a la costanera central. ¿Debe construirse otra defensa más? ¿Hay alternativas?

“Desde el IET –contó Cummaudo- nos pusimos en agenda este año empezar a trabajar en lo que podría ser un plan de la costa, un plan ribereño. Hoy toma relevancia esta zona al lado del Naranjal de Pereda, pero tenemos conflictos a lo largo de toda la costa. Es una realidad. Hay un plus valor que tiene la mirada hacia el río, un balcón hacia el río, que lleva a que personas que tienen la posibilidad impulsen proyectos. Justamente, para fortalecer posiciones, de vecinos y de actividades, es importante planificar, encontrando los espacios donde se producen tensiones más fuertes”. “Hay que tener una mirada desde el ambiente mucho más cuidada”, enfatizó. “Hay que volver a discutir y potenciar una mirada ambiental para cuidar estos recursos, estos espacios, con mucha fuerza, porque la realidad es que muchas de esas zonas, desde el sur de San Carlos, que han atravesado distintos tipos de obras, de infraestructura, residenciales, de equipamiento, han ido avanzando sobre un sector de selva en galería, que es propio de una condición ambiental de esa zona y lo que se va perdiendo es fauna, flora, que a medida que se le achica el entorno donde conviven, termina por perderse. Para cuidar todo eso, hay que planificar”, remarcó.
Defensa Central, ¿sí o no?
El arquitecto Martín Cummaudo puso sobre la mesa las dudas aún sin responder respecto de una eventual construcción de la Defensa Central. Es más, explicó que “en la misma presentación que se hizo del último proyecto, con referencias técnicas que nosotros no invalidamos, hay datos que nos invitan a pensar que puede no ser la mejor solución una infraestructura tan importante, tan dura para la ciudad”.

El presidente del Instituto de Estudios Territoriales recordó que en la presentación de la Defensa Central “dice que la coronación a la altura de la cota 18 no eximiría a la ciudad de probables inundaciones por encima de esa cota. Esa recurrencia estaría prevista. En 50 años podría tener una falla del 50%; en 60 años del 67% y así sucesivamente”.

“Plantea también –agregó- la colocación de una serie de equipamientos, de maquinarias –son 10 bombas- que después hay que sostener en funcionamiento y que, si no funcionan, son más peligrosas que la no existencia de la defensa”.

“Por otro lado –recordó- en aquella presentación que se hizo en la UTN, quedó planteado un proceso de erradicación así y todo de vecinos que estén por debajo de la cota 18”.

“Nosotros creemos que hay que pensar en otros proyectos, más amables con el ambiente. Hay otras opciones”, enfatizó. Por ejemplo, “hay modelos palafíticos, como muchos vecinos ya hacen, por encima del primer piso. Hay soluciones de arquitectura posibles. Lo que hay que tener es un plan con los vecinos para trabajar en el mediano y largo plazo. Hay que pensar en una ciudad que, así como en su momento planteó la cota 14 –y me parece que con mucho éxito lo ha ido logrando-… Obviamente que hay una complejidad enorme porque estamos hablando de las viviendas de las personas. Siempre será difícil para alguien modificar su casa. Para lo cual habrá que acompañarlo con acciones desde el Estado”, razonó.

Cummaudo pidió que las decisiones no se adopten sólo en función de posibles financiamientos. “Queremos planificar proyectos y no elegir obras. Porque pareciera que hay una carpeta de obras para elegir cuál se hace, porque se consigue la financiación o por lo que fuere. Y, en realidad, después sucede que hay obras que son estratégicas y que si no son financiadas en su totalidad, son más problemáticas, porque no pueden quedar a medias, como es el caso de la costa central, como imagen para el turismo, los eventos de gran magnitud. Es una zona muy delicada”, advirtió.
Fuente: Oíd Mortales Radio - El Entre Ríos

Enviá tu comentario