No era para menos. La empresa de transporte de Derudder Hermanos SRL nació en el año 1959 en el corazón del Departamento Colón: su fundador, Hugo Derudder, había abandonado el cultivo de arroz que desarrollaba en colonia El Carmen para trasladarse a Villa Elisa y luego hacia Paraná, en busca de asesoramiento ante la firme idea de crear una línea de colectivos.
Así, el destino lo condujo a viajar en un micro de la empresa “La Flecha”, propiedad de un hombre de apellido Bourband, quien al enterarse del interés de Derudder por el transporte automotor, le propone venderle su empresa y, de regreso a Villa Elisa, cierran el negocio por la suma de $400.000. Los años pasaron y Flechabus se convirtió en una de las compañías de ómnibus de larga distancia y grupo empresarial, dedicado al transporte público de pasajeros y al turismo, más importantes del país.
A modo de agradecimiento en sus bodas de oro, los Derudder decidieron “regalarle” unidades a Colón, Villaguay, San José y Villa Elisa, lugares por los cuales habían iniciado sus recorridos. De la misma manera, hicieron entrega de otra unidad al Centro de Día - Hospital Geriátrico de Agudos “Juana F. Cabral” de Corrientes capital.
Ahora bien, ¿cómo se encuentran esos vehículos, que supieron generar expectativa entre vecinos e instituciones con respecto a sus posibles fines, una década después de haber sido entregados?
Con el motor roto
En el caso de la ciudad de Villa Elisa, el ómnibus actualmente descansa en uno de los corralones municipales, fuera de funcionamiento.“Ese colectivo, desde que se lo recibió en la municipalidad, nunca se lo utilizó para traslado de pasajeros”, respondió el secretario de Gobierno, Ariel Kreiman: “En su momento, se hizo una inversión en su interior, de donde se quitaron los asientos y se lo acomodó para la realización de actividades culturales: así funcionó como biblioteca móvil y vestuario en eventos por el aniversario de la ciudad”. En la gestión anterior “tuvo una rotura de motor que nunca se reparó y se lo seguía utilizando con esos fines, pero se lo llevaba enganchado, tipo acoplado”, señaló sobre sus últimos usos.
“Así está hoy”, sintetizó Kreiman. “Por la pandemia no hemos tenido grandes eventos desde que asumimos, pero en realidad está armado para esos fines y hasta el momento no se hizo la reparación del motor, que es lo que hoy no está funcionando”.
Fuera de funcionamiento
Suerte similar a la de Villa Elisa parece tener en San José, donde el colectivo también se encuentra roto y por ende en desuso, pero sin proyecto de ponerlo nuevamente en funcionamiento.“Desde que entré al corralón, hace dos años, está parado en el mismo lugar porque nunca anduvo”, contó Flavio Benítez, secretario de Obras Públicas, “incluso en la gestión anterior no lo pudieron hacer funcionar”. “Creo que se llegó a utilizar para traslados en colonias de vacaciones por lo que hemos visto de la gestión anterior -recordó luego-, pero desconozco qué pasó después”.
“No sabría decirte”, contestó el funcionario, al ser consultado sobre alguna rotura mecánica en particular: “Está 90 ó 95 por ciento armado, porque algunos asientos le han sacado para otros vehículos municipales y tiene un par de vidrios rotos”.
De cualquier manera, proyección de arreglarlo “no tenemos, porque hoy por hoy no le encontramos utilidad: ni siquiera es cómodo para trasladar gente, ya que tenemos otro colectivo chiquito, tipo traffic”, argumentó.
Vendido como chatarra
El micro donado a Colón ni siquiera se encuentra depositado en dependencias municipales, mucho menos recorriendo las calles como sí lo hace el descapotable en temporada alta.En el mes de julio, fue retirado un gran volumen de chatarra y de vehículos en desuso del corralón municipal -algunos databan de la década de 1960-, entre los cuales se encontraba la unidad donada por Fechabus. De esa manera, “además de mejorar el ambiente del corralón y desocupar un amplio espacio en el predio”, informaron que gracias a la venta de este lote de chatarra -por un total de 2 millones 600 mil pesos-, fueron adquiridos dos vehículos utilitarios.
La tarea fue encargada a la empresa de Iván Vernay al haber sido adjudicada por su oferta, en tanto la tasación del material estuvo a cargo de la martillera Yolanda Arlettaz.