La ley que aprobó el aborto, amén de dejar a un lado la santidad de la vida, de toda vida, va contra lo afirmado en la Constitución y contra lo que apoyó la Argentina en tratados internacionales. Parte de la ceguera que lleva al crimen, y creo que el nuestro es el país de los ciegos, se debe a cuando se considera como tal a una persona. Gran parte, sino todos, los que votaron a favor se horrorizarían ante un infanticidio, pero lo que muere por acción de una píldora abortiva o por un legrado es un niño con toda su potencia. Es solo falta de imaginación lo que nos impide ver la maravilla de una vida desplegándose en el tiempo. No podemos menos que sentir pena ante tanta pobreza y falta de fe, no saben lo que hacen. Lo que muere no es “una tortillita”, o casi una “molleja” como me lo definió una experimentada señora. Pudo acaso ser Mozart, niño.
En un país con una inflación crónica y a veces desbocada, no considerarla en el momento de ajustar las jubilaciones, es condenar a muchos mayores a una pobreza extrema, al límite de la subsistencia; y como lo que se aporta para el cuidado médico y otras prestaciones sociales es una fracción de la jubilación, podemos adivinar un deterioro en las prestaciones médicas, y en el acceso a los medicamentos, cuyas deficiencias están ahora ocultas por la pandemia. ¿Los senadores y diputados no pueden generar un grupo de estudio para analizar causas y remedios para la inflación, como los médicos meditan ante una fiebre prolongada y obscura? ¿No es la inflación la responsable de mucha pobreza, criminalidad y fracasos? Probablemente, dado lo que conocemos de ellos, lo que propongan no servirá de mucho, pero al menos mostrarán una intención o un esfuerzo.
Creo que lo más irritante de estos últimos debates fueron las manifestaciones de jolgorio cuando la aprobación de la ley del aborto libre y gratuito en Diputados. Se vivió una fiesta, casi una bacanal según muchas fotos, cuando se aprobaban muertes; se eligió el color de esperanza para sofocar la vida de seres tan impotentes como para que ni siquiera puedan ser concebidas como tal, pero que en potencia podían tenerlas todas. Lo que debería haber tenido el recato de un duelo, parecía una fiesta, y de ahí que nuestras fiestas se están transformando en duelos. La muerte es contagiosa.
Y señalemos una hipocresía más: la gratuidad del acto abortivo. Será gratuito para quien se someta al mismo, pero alguien siempre paga esas “gratuidades”, incluso los jubilados. Y también el fracaso de la educación sexual, algo que no puede sorprendernos.
Una digresión. Se está mostrando en Netflix una película titulada “Mank”, basada en la compleja experiencia que tuvo su guionista, Herman Mankiewicz, durante la redacción de lo que llegó a ser “El ciudadano”, dirigida por Orson Welles y que después de 70 años sigue siendo considerada uno de los logros más altos del cine. Hay en la película una escena que creo nos toca hondo. Los Estados Unidos estaban atravesando la crisis de 1930. Los estudios de la MGM al borde de la quiebra. Su director, Luis Mayer, pese a los múltiples rasgos ridículos que presentaba, reunió a todo el personal de la compañía, varios cientos, desde las estrellas más taquilleras a los ordenanzas y les anunció que para evitar la quiebra les iba a disminuir el sueldo a la mitad y se los volvería a aumentar cuando las cosas mejoraran, devolviéndoles lo que les había quitado. Cumplió a medias: les aumentó el sueldo pasada la crisis, pero no devolvió la deuda. Y la MGM continúa aún triunfante... Ustedes saben lo que tenía Luis Mayer, no lo escribo por pudor, que es lo que deberían hacer presidentes de las cámaras legislativas, justicia, ministerios, gobiernos provinciales y municipales. Salvo... que no son Luis Mayer y no tienen eso que ustedes ya saben. En eso no guardamos simetría con lo ocurrido en el país del norte. Y al menos, en parte, por eso, nos va como no nos va.