El artículo de opinión, a continuación:
En el comienzo del segundo mes del año 2021, un domingo por la tarde para ser exactos, se asomó un granito de arena vestido de negro, aquel que resonó en todo el barrio. La muerte es amiga, es alma, ya no cuerpo, obviamente.
El día presentaba temperaturas por arriba de los 35 grados, no había rastros de viento y las personas en la calle se dirigían a su destino. Cuando abrí los ojos marcaron las 10 am y algo se sentía distinto. Tal vez el anuncio de aislamiento estricto en todo Concordia, o el arrebato de la ola de calor que arrasaría esa semana.
Cuando se asomaron las 16:30 se abrían las puertas del hospital para un hombre cuyo desenlace estaba más que previsto. Con un problema letal pero una fuerte energía que llenaba todo el lugar. Para las 17 registraron su muerte, por infarto. A los 5 minutos la casa del difunto se llenó de personas que decían ser familia y amigos; todos con palabras de agonía y desesperación. La cuadra de la calle Laprida, a metros de la plaza España, se rodeó de autos. Se pensó que se había registrado muerte por COVID, ya que era un tema del momento.
Si bien todo cambió aquel 7 de febrero, hay cosas que quedan para toda la vida.
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En 1967 nace una persona capaz de convertir un pedazo de madera en una estructura que duraría años, que estaría en boca de muchos y sería título de mucha historia. Si bien, Messi no ganó un mundial sin haber pateado la pelota atrás de su casa, bueno, podemos decir que, en el barrio de La Bianca, pasaba lo mismo.Alimentar 5 bocas, en un precario lugar, pero con una sonrisa en cada comida era lo que provenía de ese departamento. Fuera de muchos sueños que quedaban en frases y notas que fueron olvidadas; el trabajo da fruto, porque a partir de los 16 años fue lo único en lo que se enfocó. Con una adolescencia casi plena y un secundario completo arrancó motor a lo que sería un futuro prometedor.
Los primeros escalones se los llevó Pindapoy, una empresa de producción citrícola que nació en el año 1930 y que cayó en desgracia en 1991, por deudas financieras. Fueron los años 20 de mucha experiencia y acumular conocidos que serían de ayuda para el futuro.
Luego de momentos de gloria, pasaría a la fotografía, donde inundó el mundo de la noche; asistiendo a eventos, pero como extra. Le sorprendería el destino pintado de una mujer cuyo fin sólo era comprar una cámara. Cruzaron miradas y el desenlace de la historia se cuenta solo. Formar una familia estaba primero, en cualquiera de sus listas.
Las jornadas laborales se dieron vuelta cuando asume como encargado en un boliche farándula de ese momento: Barcelona. Una disco que surgió en 1997 y que funcionaba donde es Claro, plena peatonal actualmente. He aquí el evento canónico que dio clic a decidir lo que quería para su vida, en lo que destacaba. Los festejos duran lo que duran, ya que, para finales del 99, cuando el país cayó, Barcelona siguió el mismo camino.
Atravesando la crisis del 2000 ya con dos hijos y los federales en su bolsillo, el arranque para un nuevo negocio estaba en marcha. Luego de la explosión de la Argentina en ese entonces, los saltos a la pileta no eran la mejor opción; pasó de mucho a poco, en segundos, y las cosas comenzaron a pesar.
No fue hasta 2004 que un anuncio en el diario dio color a esa vida, a un antes y un después. Buscaban una persona con experiencia para formar parte del rubro de los eventos en el Club Hípico. El anterior había dejado su puesto por un inconveniente un tiempo atrás.
- ¡Anotate!. No perdes nada- dijo su esposa
- ¡¿Cómo voy a meterme ahí si no me conoce nadie?!
- Con más razón. Vamos a llamar.
Todo esto textual pasó dentro de un auto a unas cuadras del establecimiento. Luego de un par de llamadas, hacer números y un préstamo de una señora que apostó todas sus fichas en él, finalizó el trámite. No había título que diga “Soy organizador de eventos en el Club Hípico”, pero sí una cabeza que trabajaba a 100 por hora y una simpatía que compraría a miles de personas.
Lamentablemente al año siguiente, un 4 de abril, fallece su madre. Transitó el duelo en su mente, sin bajar los brazos; siendo fiel al lema del mismísimo Freddy Mercury “El show debe continuar”. Años más tarde, plasmó la idea de una fiesta enfocada en los adultos, solamente en ellos; una noche que se disfrutara y se viviera de una manera única. Nació aquí la fiesta Tradición Ochentosa, o como se llamó en ese tiempo, la fiesta de ochenta y noventa. Un evento que es reconocido e imitado por todos y que nunca imaginó el alcance que llegaría a tener. Los cumpleaños de 15, casamientos, almuerzos y demás continuarían, pero de vez en cuando, se llevaría a cabo esta reconocida fiesta.
Los años pasaron y al último año de secundaria de su hijo mayor, en 2015, cae en una fuerte depresión. Varias circunstancias laborales llevaron al hombre a preguntarse qué hacer, cómo seguir y si era bueno en lo que hacía. Fueron dos años más de remontar tanto el cuerpo como el alma, ni hablar de la cabeza. Tropiezos que todos tenemos que pasar para replantearnos dónde estamos parados. Sin embargo, lo peor vendría en el 2020, cuando la pandemia entraría a la historia.
Tanto este rubro, como muchos más no supieron muy bien cómo actuar. No podían trabajar ni ejecutar un segundo plan. Pesarían más los pensamientos que el sostén de la gente sin empleo en esos momentos. Siempre con una sonrisa y fingiendo que no pasaba nada, los lujos y regalos siguieron estando presentes en las cenas y almuerzos de su familia.
El mañana era tan incierto que la preocupación principal de cualquiera era no contagiarse de algo que no sabíamos cómo atacaba y cómo nos dejaba. De todos modos, el pasar de los meses se hacía cada vez más intenso y empezó a pasar factura. En noviembre fue al médico a realizarse estudios generales y los resultados fueron negativos. Los días transcurrieron y era inevitable cambiar su forma de vida. “Si muero, voy a morir feliz”. Los festejos siguieron estando y las risas también, hasta en las mismas fiestas se remarcó el vivir el ahora, antes de que pese el mañana.
Y así fue como un 5 de febrero de 2021 fue llevado a Puiggari a internar por razones obvias. Salió al patio del hospital con sus amigos y tomó una cerveza; el sábado de mañana se volvió por querer ver a sus seres queridos, sin saber lo que pasaría. Ese 7 de febrero que marcó la vida de muchos y está en la mente de los más cercanos, sería su final del camino, literalmente.
Los años vividos y el legado que dejó en la ciudad de Concordia están en los corazones de todos los que alguna vez formaron parte de sus fiestas o que tuvieron la suerte de cruzar palabras en algún momento. Donde las noches valían oro y los segundos se disfrutaban al máximo. Lleva el título de las mejores noches de Concordia dictadas por Roberto Costa; y de manera individual como “El Rey de la Noche”; pero en particular, y con mucho orgullo a mí me gusta decirle papá.
por María del Rosario Costa