Sinopsis
Todas las historias tienen un final. A las estrategias, los careos, las exposiciones, los intricados análisis de la personalidad. A las horas de encierro, las manías, la vida nueva como presidiaria. A la transformación en la vida familiar, a las peleas y discusiones en el seno íntimo, a las explícitas convulsiones que se dieron en todo Gualeguaychú. A todos esos elementos, y a más también, les llegó la hora del final. El proceso por el cual comenzó a desentrañarse la verdad. Qué pasó aquella noche calurosa del 29 de diciembre. Qué y por qué. Y, sobre todo, qué consecuencias tendría.La letra fría de una causa es solo eso, letra fría. No transmite dolor ni alegría, no sirve para dimensionar el drama en su justa medida. No expresa los daños colaterales de una muerte violenta. Es, apenas, un esbozo de una realidad mucho más fuerte, irreversible, sentimental, emocional.
Los expedientes relatan apenas un instante de una historia de vida. Son desapasionados, letra fría. Cuando los jueces redactan una sentencia, deben incorporar los elementos secuestrados en la causa.
Tal vez, por la posición del tirador y de la víctima, basta imaginar que, después de atacar a Fernando por la espalda, Nahir lo tuvo de frente, lo miró y le descerrajó su segundo tiro. Todo duró segundos nada más. Suficiente para llevarse la vida de Fernando y convertir a Galarza en asesina, un rótulo del que no hay vuelta atrás.
En apenas unos segundos, una vida se apagó y la otra cambió para siempre. Nahir dejó de ser Nahir, y Fernando no fue más.
Respiraciones, jadeos, salivas, secreciones, pelos. De eso los expedientes no hablan, solamente certifican.